Un sonido suave pero penetrante
me despierta de forma progresiva del sueño, como cada día, pero enseguida caigo
en la cuenta que hoy todo es diferente. Aun bajo la penumbra del sueño sé que
hoy es viernes y, por el sol que se intenta colar por la persiana cerrada,
presiento que será un frío pero soleado día de invierno. Alargo el brazo,
cuidadosamente, en busca del móvil que convierto en despertador cada noche,
antes de irme a dormir. Qué tiempos aquellos en los que no era necesario alargar
el brazo con cautela, aquellos tiempos en los que uno podía pegar un manotazo
al despertador sin el más mínimo arrepentimiento… Con el móvil ya en la mano,
descifro el enigma que me permite apagar la alarma y hecho un vistazo rápido a
la aplicación del tiempo que me da la razón en mi previsión somnolienta, aunque
la realidad puede echar al traste mi previsión y la de la aplicación. Tras una
ducha caliente y cuatro estiramientos mal ejecutados, me visto, por fin de
casual, e ingiero los primeros alimentos del día. Será suficiente con un zumo
de naranja natural y unas tostadas integrales para aguantar gran parte de la
mañana. Sobre la mesa del comedor me espera la llave que permite abrir la caja
de los sentimientos. La cojo rápidamente, como si tuviera miedo a que alguien o
algo me pudiera privar de ella. Enseguida noto bajo el puño como el frío se
convierte en calor, como si al cogerla algo hubiera cobrado vida en ella. Con
ese pequeño corazón en el puño salgo del apartamento hacia el ascensor que me
llevará al parking donde el gran Alfa me aguarda, impaciente. Abro el puño y
aprieto el pulsador que lo despierta.
Las luces del MiTo alumbran el oscuro
parking. Después de acomodar la cazadora en el maletero, abro la puerta y tomo
asiento. El olor a cuero lo inunda todo, tal y como lo hizo el primer día que
lo cogí en el concesionario, ahora hace ya algo más de 4 años. Meto la llave de
contacto en su cerradura y, con un movimiento de muñeca, despierto el corazón
que se encuentra bajo el pequeño capó. Abro las ventanillas para escuchar ese
bonito sonido sordo que llena el parking y que me recuerda la procedencia del
Alfa, al igual que lo hacen esas bonitas palabras escritas en el cuadro de
instrumentos (benzina, acqua, giri/min, …). Salgo sigilosamente del parking con
la misma cautela con la que alargaba el brazo hace menos de una hora en busca
del móvil/despertador. No me gustaría hacer sufrir el motor recién arrancado, frío
y poco lubricado aun. Sin pasarlo de las 2.000 rpm voy notando como el motor,
poco a poco, se va desperezando, momento que aprovecho para encender ya el
compresor del climatizador. Con la aguja de la temperatura del acqua en los 90
grados, empiezo a exigir paulatinamente algo más al motor. Sé que lo está
deseando, pero también intuyo que el aceite aún no ha conseguido la temperatura
adecuada de servicio (como echo de menos el indicador de la presión del aceite
de mi antiguo Miata, ese relojito que me indicaba cuando el aceite estaba en su
estado óptimo). Después de unos minutos llega el momento que he estado
esperando toda la semana, el momento de darme/darle una alegría y mover el
selector del DNA de Normal a Dynamic.
El display del cuadro de instrumentos
pasa a mostrar la velocidad de giro del
turbo y mi pie derecho pisa sin contemplaciones el acelerador, haciendo que
el MiTo gane velocidad de una forma endiablada, estirando cada marcha hasta las
5.500 rpm, disfrutando del estruendo del motor turbo, ese sonido que parecen
tener sólo los turbos en los motores italianos. Después de unos kilómetros de aburrida
carretera nacional y de más aburrida autovía, llega el momento de salir de ella
y enfilar las costas del Garraf, esa bonita carretera que me hará disfrutar del
lobo con piel de cordero que conduzco.
Saltando de curva en curva, frenando decididamente en el último momento para trasladar el peso del coche sobre el eje delantero, consiguiendo así el máximo agarre posible, reduciendo después para poner el motor en la zona de máximo par que me permita salir catapultado hacia la siguiente curva, percibiendo como el diferencial electrónico entra en funcionamiento en las curvas más cerradas para evitar que la inercia me escupa de la trazada, … En definitiva, haciéndome sentir VIVO.
Saltando de curva en curva, frenando decididamente en el último momento para trasladar el peso del coche sobre el eje delantero, consiguiendo así el máximo agarre posible, reduciendo después para poner el motor en la zona de máximo par que me permita salir catapultado hacia la siguiente curva, percibiendo como el diferencial electrónico entra en funcionamiento en las curvas más cerradas para evitar que la inercia me escupa de la trazada, … En definitiva, haciéndome sentir VIVO.
Q razón tienes. De hecho, me gusta levantarme para ir a trabajar para poder disfrutar de mi coche. Me levanto tres cuartos de hora antes para no tener que ir por la autovía/autopista, y regalarme un paseo matutino por la Serra de l'Ordal mientras el sol saluda un nuevo dia a mis espaldas, y siento el motor rugir en cada curva, sentir las ondulaciones de cada desnivel, notar cómo los neumáticos abrazan el asfalto y lo besan en cada frenada.
ResponderEliminarBuenos días Ferran:
EliminarUna buena forma de empezar el día, sin lugar a dudas. Así es más fácil levantarse cada día. ¿Puedo preguntar que Alfa tienes? ;-)
Gracias por comentar y saludos,
Por supuesto! Después de diez años soñando con él, finalmente poseo un 147 Rosso Alfa que me tiene totalmente enamorado. Pasa que ahora que lo poseo sueño también con un GTV nero semiabandonado en mi barrio, cada vez que lo veo me entra un calentón...
EliminarPero bueno, habrá que ir haciendo un poco de ahorro para cuando salga el Giulia. Pero no me imagino desprenderme de mi 147...
El 147 es un gran coche y su diseño sigue viéndose actual. Es más, me atrevería a decir que tiene un diseño mucho más atractivo y modernos que la mayoría de compactos actuales...
EliminarEn cuanto a lo del GTV, no te lo pienses... ¡Cómpralo! Habrás visto en el blog que tengo predilección por los 916 :-)